domingo, 28 de marzo de 2010

UN DÍA CUALQUIERA.


Amanece. Un nuevo día comienza con la habitual rutina en perspectiva, tediosa, lenta, predecible y madrugadora.  Miras por la ventana y ves a Aurora tiñendo de rojo el cielo, las nubes, todo, con el espectáculo colorista que despliega cuando hace su entrada triunfal.
 Va transcurriendo el día con su cadencia habitual mientras nosotros somos ajenos a lo que ocurre fuera de nuestras "cuevas". Avanza más y más y suena la sirena de la liberación.
 Salimos de la caverna y notamos el cambio que la naturaleza ha experimentado: Ya no existe la aurora, se ha transformado en bruma que envuelve y difumina todo lo que vemos, que nos acaricia con sutil mano de agua y nos asfixia lentamente como niebla que es, calándonos hasta los huesos como emisaria de Tánatos.
  Mañana será otro día y podría lucir el sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario