viernes, 12 de marzo de 2010

Un camino.

Un camino que nos lleva entre árboles y piedras, una historia que acompaña nuestros pasos y nos da aliento para seguir, una visión de la vida sostenida por nuestras alpargatas de caminante, que paso a paso se gastan en contacto con la tierra. Caminar hacia adelante mirando de vez en vez atras lo que vamos dejando lejos, más lejos, sin saber si podremos recuperarlo, si merece la pena retomarlo a pesar de que es una parte de nosotros mismos. Una cinta de Moebius con su bucle que nos hace dar la vuelta para volver al punto de partida, transformados. Vida obligada por el vector implacable del tiempo, que siempre apunta hacia adelante, al igual que la brújula señala el norte aunque no decidamos ir en esa dirección.
 Vida que enriquece o envilece, o ambas cosas, pues vivir es enriquecer experiencias desechando otras menos satisfactorias, que nos han dolido. Ese egoismo calculado y racional que dista mucho del egocentrismo primitivo, natural y lógicamente instintivo de los niños.
  Piaget tenía razón: "Yo quisiera ser niño toda la vida porque la infancia es la etapa más creativa del ser humano".
 

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